El Fuego Sordo
un sitio de reunión para todos aquellos que escriban o que pretendan hacerlo. sobre todo aquellos que escribimos en las sombras e, incluso, en una zona de cierta penumbra.
jueves, 1 de febrero de 2018
JACOB
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domingo, 10 de enero de 2016
La opción salvadora
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viernes, 1 de enero de 2016
Oro por espejitos
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martes, 29 de diciembre de 2015
Día de los inocentes
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viernes, 3 de abril de 2015
Tiempo
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martes, 1 de julio de 2014
El Mundial
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lunes, 18 de abril de 2011
Semana Santa
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lunes, 28 de marzo de 2011
Demoliendo aceras
1.-Hemos intentado huir y no lo hemos logrado. En todo sitio al cual llegamos están los autos. Es la realidad venezolana: gasolina a precio simbólico y la certeza generalizada de que los peatones nada valen se unen para mostrarnos los atisbos de un futuro en que las aceras serán demolidas.
2.-En Venezuela todo el mundo conduce o desea conducir un vehículo; es la primera habilidad social en el sistema de valores. Saludar a los amigos y conocidos e incluso bañarse todos los días no son costumbres tan bien vistas como la de conducir con el brazo apoyado en la ventanilla, retando al sol a que ejecute un bronceado parcial. Es que aquí conducir un auto que se coma el salitre es preferible a ser filósofo: no he visto chofer muerto de hambre (bueno, he de reconocer que tampoco he visto filósofo, más allá de dos o tres que trasladan por el país, recubiertos con una capa de barniz para que la gente los vea y toque sin deteriorarlos).
3.-Tuve una empresa. Una empresa próspera que iba creciendo. No de modo destructivo, que nunca me ha gustado eso. Crecía y la prosperidad era cada día más evidente. Job me llamaban los que deseaban mi ruina. La vida no les dio contento, pues ninguna enfermedad inmunda cubrió mi cuerpo, ni sufrí la muerte de hijo alguno. Pero quebré. ¿En qué pensaba el día que me dediqué a pintar rayados peatonales para las Alcaldías? Ser el mejor no siempre funciona. La autoayuda me ha abandonado.
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lunes, 24 de enero de 2011
Leyendo Doktor Faustus
He vuelto a las andadas con los libros de Thomas Mann. El alemán es un escritor correcto hasta el extremo. Burgués en un sentido casi épico, el necesario para abjurar de esa misma condición (léase Tonio Kroger y se entenderá esto en su dolorosa extensión). Repaso algunos capítulos de Doktor Faustus y me aventuro en otros que no conocía. Y es que, salvo La Muerte en Venecia y algunos cuentos, me ha sido imposible leer a Mann de un tirón. Aunque nadie dijo que tenía que ser así. Su prosa, cuidada, profusa en la descripción del detalle físico y moral de personajes y ambientes, no es apta para lectores cansados, a altas horas de la noche y sin la ayuda del insomnio.
Sin embargo, Thomas Mann es uno de mis escritores favoritos. Me asombra la sabiduría en la creación de sus personajes, seres sencillos, normales, similares a uno mismo y a casi todos con quienes se interactúa a diario. Personajes cercanos y, como pasa en la vida, con caracteres propios y diferenciadores todos. Su discurso, hábilmente explicativo, omite con maestría lo necesario para que el lector fiel rellene los espacios y adjunte algunas conclusiones que asume como propias. Su visión de la infelicidad serena, del vitalismo trágico, encarnados en los ya míticos Gustave von Aschenbach y Hans Castorp, conmueve al que morosamente trasciende las páginas copiosas, previas y necesarias a la presentación de los momentos dramáticos de sus novelas.
Hoy día se habla de Mann más que de su obra: su (re)velada homosexualidad y las tirantes relaciones con sus hijos, todo con el fondo de una familia con tendencia al suicidio, son las deliciosas de lectores que aman las miserias de los famosos. No estoy contra la divulgación de tales detalles, igual no es mi familia ni soy yo, para ser sincero. Pero pretendo que se lea a Mann y se le juzgue literariamente sólo por lo que escribió. Vamos, tampoco es empresa imposible.
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lunes, 20 de diciembre de 2010
Urgente
Los asuntos urgentes apremian. Los asuntos urgentes se constituyen en elementos decisivos a la hora de tomar las decisiones, trátese del tema de que se trate. Quien decide con premura, decide. Es decir, no lo hace bien ni mal, pues no parecen existir tales modalidades. Decide, nada más. Los resultados son estudiados por otras ciencias, humanas en lo de errar, exactas en la crítica. No se tome lo dicho como axioma, no es la idea. Apenas júzguesele como hipótesis de trabajo con clara tendencia al tropezón conceptual. Pudiera decirse que así son las cosas para ciertas personas, a determinadas horas del día o de la noche. Los límites son arbitrarios, pero divertidos para quién los impone. No bastan para dar felicidad, pero alegran las horas, como la cerveza o el dominó (si se está ganando o no se apuesta fuerte, en el último de los casos).
Insisto, los asuntos urgentes apremian, porque son los únicos que tendrán solución; nadie aborda la satisfacción de necesidades lejanas, en tiempo o en lugar, porque, con un tal vez muy débil, no se trate aquí de necesidades. El muerto es problema de los deudos, de los vecinos o de la sanidad pública. Jamás del que le presta su nombre, apellido y señas de vida idas ya. Un ejemplo trillado, pero pertinente, que demuestra que la muerte no es urgente para todos, por tanto, no todos intentan darle solución, lo cual acaso sea lo mejor.
Los asuntos urgentes reciben galardones, forjan excelentes reputaciones profesionales, hacen que se ame más al ser amado; es decir, los asuntos urgentes son los asuntos importantes. Si somos realistas o, mejor aún, pragmáticos, los otros, los que no apremian, esos, los desdeñables, sólo deben ser objeto de reflexión u ocupación para tontos, ociosos o seres de muy poca autoestima.
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miércoles, 1 de diciembre de 2010
El hombre rebelde (y la mujer, ojo, la mujer)
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10:35:00 p. m.
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sábado, 14 de agosto de 2010
La locura del rey Jorge (resubido, original del 29.08.09)
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David Colina
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3:28:00 p. m.
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viernes, 13 de agosto de 2010
Lecciones incompletas
-ese lama sopesa mi misa
-papá usa la mula. Ama a esa mula.
-mami, esa posesa lo mama.
Enviado desde mi BlackBerry de Movistar
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David Colina
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