Junto con la despedida del año 2015 ha llegado un
artículo del alemán Heinz Dieterich, reconocido ideólogo del socialismo del
siglo XXI. Su difusión por redes sociales ha generado las reacciones inmediatas
y de corta duración propias de estos medios. No pretendo rescatar este escrito
por sus valores literarios o filosóficos. Antes bien, para reconocer el
ejercicio de un modelo de negocio reñido con la moralidad, pero de profunda
eficacia.
Dieterich, cuyo apoyo a la revolución de Chávez ha
sufrido similares bamboleos a los experimentados por el Tesoro de Venezuela con
ocasión de la caída de los precios petroleros, anuncia una batalla final del
gobierno de Maduro, cuyo desenlace no se revela, tal cual tráiler de película
norteamericana.
Presenta dos bandos en contienda, los jacobinos afectos
al gobierno, que prometen más revolución como panacea para males políticos,
sociales y económicos y los radicales de derecha, bajo la figura granhermanesca
de Leopoldo López que resume en la salida de los gobernantes actuales como
suprema cura para la entropía social.
Erigido este telón de la épica nibelunga adaptada al
Caribe, el profesor Dieterich anuncia un choque espectacular de fuerzas iguales
adobado con par de citas de Mao y Marx extraídas de manuales básicos de teoría
política (ideas simples y contundentes seducen al pueblo), que terminará con la
intervención proverbial de los militares para definir las resultas de la
contienda. Anuncia además, que hay militares y pueblo en espera de un sujeto
que conduzca la transición, como una referencia a la doctrina fascista
Caudillo-Ejército-Pueblo del fallecido Norberto Ceresole que ya sedujo a Hugo
Chávez. Dieterich lanza argumentos para embelesar a uno y otro bando, mediante
el elogio y el sarcasmo. Explica con lógica, SU lógica, los procesos pasados,
presentes y futuros de la nación venezolana. En resumen, nos presenta para la
venta un producto que ya compramos: sus explicaciones teóricas de la realidad,
suerte de hallaca ideológica. Un producto que, paradójicamente, nos costó muy
caro porque nadie más lo quiso.
El alemán falla porque no conoce a nuestros militares,
porque supone contendores e ignora las fuerzas sociales intervinientes y porque
nos presume, como siempre, más tontos de lo que podemos llegar a ser.
¿Hasta cuándo nos verán como memos? ¿Cuándo dejaremos de
creer el cuento de nuestra sandez? Que se han llevado el oro, es cierto, pero
no necesitamos más espejitos.
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