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viernes, 1 de enero de 2016

Oro por espejitos

Junto con la despedida del año 2015 ha llegado un artículo del alemán Heinz Dieterich, reconocido ideólogo del socialismo del siglo XXI. Su difusión por redes sociales ha generado las reacciones inmediatas y de corta duración propias de estos medios. No pretendo rescatar este escrito por sus valores literarios o filosóficos. Antes bien, para reconocer el ejercicio de un modelo de negocio reñido con la moralidad, pero de profunda eficacia.
Dieterich, cuyo apoyo a la revolución de Chávez ha sufrido similares bamboleos a los experimentados por el Tesoro de Venezuela con ocasión de la caída de los precios petroleros, anuncia una batalla final del gobierno de Maduro, cuyo desenlace no se revela, tal cual tráiler de película norteamericana.
Presenta dos bandos en contienda, los jacobinos afectos al gobierno, que prometen más revolución como panacea para males políticos, sociales y económicos y los radicales de derecha, bajo la figura granhermanesca de Leopoldo López que resume en la salida de los gobernantes actuales como suprema cura para la entropía social.
Erigido este telón de la épica nibelunga adaptada al Caribe, el profesor Dieterich anuncia un choque espectacular de fuerzas iguales adobado con par de citas de Mao y Marx extraídas de manuales básicos de teoría política (ideas simples y contundentes seducen al pueblo), que terminará con la intervención proverbial de los militares para definir las resultas de la contienda. Anuncia además, que hay militares y pueblo en espera de un sujeto que conduzca la transición, como una referencia a la doctrina fascista Caudillo-Ejército-Pueblo del fallecido Norberto Ceresole que ya sedujo a Hugo Chávez. Dieterich lanza argumentos para embelesar a uno y otro bando, mediante el elogio y el sarcasmo. Explica con lógica, SU lógica, los procesos pasados, presentes y futuros de la nación venezolana. En resumen, nos presenta para la venta un producto que ya compramos: sus explicaciones teóricas de la realidad, suerte de hallaca ideológica. Un producto que, paradójicamente, nos costó muy caro porque nadie más lo quiso.
El alemán falla porque no conoce a nuestros militares, porque supone contendores e ignora las fuerzas sociales intervinientes y porque nos presume, como siempre, más tontos de lo que podemos llegar a ser.

¿Hasta cuándo nos verán como memos? ¿Cuándo dejaremos de creer el cuento de nuestra sandez? Que se han llevado el oro, es cierto, pero no necesitamos más espejitos. 

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