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sábado, 29 de diciembre de 2007

De la muerte de Benazir en adelante.

Con gran detalle se puede seguir por Internet la muerte de la ex-gobernante y líder ( o lideresa, que aunque suena raro, pues aplica) de una gran parte del Pakistán Benazir Bhutto. En última instancia parece ser que fue Al Qaeda, una suerte de mala de telenovela venezolana que se ofrece sin mayores requerimientos ni casting como antagonista genérico de todo lo que huela o pueda oler a gringo en el lugar que sea. Digo parece ser porque un hipotético Fidel Castro teoriza en una misiva enviada a la Asamblea Nacional de Cuba acerca de la responsabilidad del gobierno de Bush, grande según afirma (la responsabilidad, no el gobierno) en este hecho sangriento y sus esperadas y no deseadas consecuencias.
En cualquiera de los casos y sin sumar otras acusaciones, que existen y son creídas, es evidente que ha muerto alguien y que morirán más por ello. Julio Cortázar, en algún capítulo de la inagotable Rayuela se refiere al espanto que causan en las madres o en las tías las muertes de los vecinos o conocidos y la frialdad con que estas mismas parientes acogen las masacres o hecatombes acaecidas en tierra lejana y resumidas por una información periodística conforme a las reglas del género. Se recrimina Julio el hecho de reconvenir él mismo, con el nombre de Oliveira, esa conducta en madres y tías hasta el cansancio, hasta la estupidez, como si de tal manera encarnase una moral superior, digamos LA MORAL del intelectual consciente.
Un poco exagerando veo que Cortázar intenta desarrollar la idea del valor de cada vida, la idea de que el sufrimiento tiene que ver con la cercanía geográfica y la idea de que no debe andar uno por ahí jodiendo a la gente, aunque es obvio que sólo se dará cuenta de ello mucho más tarde y en el proceso de escribir una obra maestra de la literatura. Fue bueno leerle. Porque leer es como oír.
En Venezuela las emisiones de la televisión tienen que ver, en una abrumadora mayoría, con el hecho político. No ha sido desde siempre eso así, lo puedo asegurar con la certeza del que no siempre tuvo televisión por cable. Algunos festejan esta tendencia en nombre de un despertar de un pueblo que, es mi opinión, más parece sonámbulo que otra cosa. El común denominador de la política y de los programas que de ella se generan es este: gente que habla mucho. Gente que aparenta, o quiere hacerlo, tener una visión clara de las cosas, entendiendo por cosas: mi vida, tu vida y las otras cosas que giren en torno a ellas o en torno a las cuales giren las dos primeras. Gente que piensa por ti, podría decirse. Gente que quiere hacerlo por ti, también.
En nuestro mundo binario la mucha afición a hablar comporta un poca habilidad para oir. Y quien no oye (y quien no lee y no mira con atención) no aprende y es menos gente porque no aprende a serlo.
En este blog se habla, no mucho, pero se habla. Y no se escucha, porque el azar de los buscadores y la poca inspiración de autor atraen pocos lectores y menos aún escritores de comentarios. Y sin embargo sueño con un blog para oir, un blog para conocer lo que piensan los demás y para, de vez en cuando y en el momento justo, hablar para preguntar, felicitar, incluso amar.
No era de extrañar, esto de los blogs, como todo lo humano, está signado por el amor. Para mal. Pero sobre todo para bien.

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