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jueves, 9 de julio de 2009

Sobre la lectura (tomado del blog 100volando)

No acostumbro cortar y pegar post de otros en mi blog, pues creo que todos tenemos nuestro espacios y algunos lectores que se acercan a curiosear por comunidad de intereses. Sin embargo, en un blog que sigo, 100volando, Alejandro Rozitchner, admirado filósofo, pensador, provocador y profeta del entusiasmo argentino ha colgado una entrada sobre la lectura que es una delicia estimulante, aquí les va:

Cuando uno lee, cuando vive el encuentro con un libro, es decir, cuando te interesa lo que leés y leés largos ratos por día, pasa algo raro: uno se empapa, se embebe, se sugestiona, se carga con el mundo del libro al punto que toda la vida propia se transfigura un poco con esa lectura. Creo que no nos damos cuenta de la profundidad de este proceso. Sí, sabemos que un libro nos mete en su historia o en su tema y nos damos cuenta de que reflexionamos sobre él o que hacemos espontáneas asociaciones teniéndolo en cuenta todo el tiempo. Pero no captamos el efecto inconsciente, por el que esa lectura se apropia de nuestra vida interior y la posee, como en una especie de vampirismo. El libro vive una vida secreta e íntima en nosotros, de la que sólo podemos captar y pensar una mínima parte.

Por ejemplo, al leer un libro los valores o la visión de la vida de ese libro se instalan en nosotros. No para siempre, durante un tiempo. El poder sugestivo de la lectura funciona así, de costado diríamos, pero de manera total. Tan es así que ciertas lecturas hacen que nuestras vidas vayan para un lado o para otro.

Ejemplo: quienes han leído a Castaneda y las aventuras de Don Juan se van transformando en chamanes modernos; quienes leen libros de pensamiento izquierdista empiezan a creer que están en un mundo alienado y que son oprimidos por el sistema –y ven por todas partes aflorar la supuesta trama de opresión-; quienes leen una novela de García Márquez empiezan a sentir que su vida entera es interesante y llena de historias particulares; quienes leen libros de auto ayuda ven por todas partes oportunidades para crecer y aprender, etc.

Para este efecto suele ser importante el tamaño del libro, que equivale a la dosis de la sugestión. Si la droga está bien lograda 500 páginas pegan más que 250. El fenómeno Harry Potter, por ejemplo: dosis importantes de magia y fantasía para chicos.

Claro que el libro no manda, que debe haber una predisposición o tendencia en la sensibilidad propia que hace que uno elija un libro y no otro, pero el libro agrega mucho, coloniza el interior de la persona como si fueran españoles llegando a América.

Casi podríamos decir que los libros son espíritus dormidos, a los que dejamos entrar en nosotros y terminan haciéndose dueños de todo por un rato. Esas sucesivas aventuras (porque este proceso de entregarse y rehacerse es una aventura, el que lee parece estar quieto pero puede estar viviendo acontecimientos internos intensísimos) van formando la personalidad. En las identificaciones repetidas vamos haciendo aparecer el que somos, perfilándolo, creándolo. La obra es también la creación de la persona propia, y estos espíritus que dejamos entrar y a los que damos vida hacen su proceso y se van, dejando el rastro del encuentro en ciertas disposiciones personales que quedan como gustos, tendencias, posibilidades, opiniones propias.

2 comentarios:

Ame dijo...

Sí, me parece muy pertinente este post, sobre todo porque coincido con el autor en que hay un intenso proceso interno frente a la recreación de lo que leemos. Yo siempre encontré un gesto, un guiño en cuanto leí.

Por cierto, es propicio el momento y el lugar para agradecerte, una vez más, que me hayas acercado a la Justine de Durrell. Hacía tiempo que no me emocionaba de esta manera frente a una novela.

David Colina dijo...

Ese autor es bastante inteligente, aunque un poco tozudo en sus conceptos, sin embargo, leerle me alegra, aunque no cuadre yo con su ateismo. Justine, en una cosa maravillosa, una experiencia atroz y bella a la vez.

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