un sitio de reunión para todos aquellos que escriban o que pretendan hacerlo. sobre todo aquellos que escribimos en las sombras e, incluso, en una zona de cierta penumbra.

sábado, 12 de abril de 2008

A veces uno cree que es necesario salir a la calle a gritar o a golpear a las personas para que escuchen el mensaje. Sólo que es más comodo escribir y en el trayecto se violan menos leyes de los hombres. El problema, el problema es que el mensaje suena a nada, porque es nada. Digamos, Chuck Palahniuk o Fernando Vallejo, ellos dicen cosas y ponen énfasis en lo que hacen. Y como nombré a ellos dos, pude decir Homero o Proust. El problema es que no sirve de nada. Thomas Mann analiza al hombre mediano ( y más o menos adinerado) en su Montaña Mágica, si me disculpan la recurrencia a esa novela, pero no sé para qué lo hace. ¿Será que nadie le para? ¿Será que el mensaje no vale la pena? La literatura sólo de hizo para divertirse, por favor, nadie olvide eso ni que divertirse no siempre es reir. Tal vez eso sea ser feliz.

El Dios Abandona a Antonio.

Llega un momento en la vida de uno, un momento memorable, a pesar de todo, en que uno sabe de verdad lo que significa un poema. Vaya, pues, ahora, este bello poema de Kavafis:

Cuando de pronto a medianoche, se oiga
un cortejo invisible que circula
con música excelsa, con clamores
de tu destino que se entrega, de tus obras
que fracasaron, de los proyectos de tu vida
que tan mal te salieron, no te lamentes en vano.
Como dispuesto desde ha tiempo, como un valiente
díle adiós a ella, a la Alejandría que se va.
Y sobre todo no te engañes, no digas
que fue un sueño, que fue un error de tu oído;
nunca aceptes tan vanas esperanzas.
Como dispuesto desde ha tiempo, como un valiente
acércate con entereza a la ventana,
y oye con emoción, pero no
con súplicas y quejas de cobarde,
como un último goce los acordes,
los excelsos instrumentos del misterioso cortejo,
y dile adiós a ella, a la Alejandría que tú pierdes

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